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Un modelo etnoeducativo para rescatar la cultura afrocolombiana

Las comunidades negras del Pacífico llevan casi una década construyendo un modelo que tenga como referentes los elementos propios de su cultura. Lo implementan desde el 2008 y se lo acaban de entregar al Estado para que asegure su continuidad.

El municipio de Tumaco, en el departamento de Nariño, es uno de los más golpeados por la violencia racial y el conflicto armado en Colombia. Daniel Salgar Antolínez - Agencia Anadolu
A orillas del Río Rosario, en la vereda Vuelta Larga del municipio de Tumaco, Luis Arbolera seca el cacao que pronto va a ir a vender al casco urbano. Más conocido como “el tío Luis”, a sus 57 años es estudiante de un modelo etnoeducativo diseñado por y para las comunidades negras del Pacífico colombiano.

“Esto de secar el cacao durante cuatro soles es algo que me enseñaron mis abuelos, pero ahora lo enseñan también en el modelo educativo. Hacemos clases en los cultivos, en el río, en la cocina, también en la escuela, donde sea necesario, para aprender del territorio y nuestra forma de vida”, dice Luis antes de dar un recorrido para mostrar la caña, el plátano, el limón, la guava, la naranja y las plantas medicinales que cultiva.

En la vereda Piñal Salado, otros estudiantes reviven las alabanzas, los arrullos, los cantos que cuentan historias de sus ancestros africanos. Es una fiesta, un ritual, y al mismo tiempo una clase. Mientras tanto, en el río Caunapi la comunidad de la vereda La Espriella se reúne para practicar técnicas de pesca tradicionales y cuidado del entorno. Se detienen a observar cómo el río es su fuente de transporte, de alimento, de vida.

Esto se replica en varios consejos comunitarios a lo largo de toda la costa Pacífica. Se estudian y se reviven los juegos tradicionales, bailes como la danza de los cucuruchos, los cantos de boga del Pacífico que se interpretan al ritmo de las canoas, los peinados afro que revelan mapas ancestrales, las prácticas de producción, la cocina, la medicina y la “ciencia afro”.

En la escuela Instituto Técnico Popular de la Costa (ITPC), en el casco urbano de Tumaco, también se implementa el modelo etnoeducativo en diálogo con la educación formal. Allí, el profesor Ángel Migdonio Palacio, uno de los creadores del modelo, recuerda: “soñábamos con una educación distinta a la que ofrecía el Estado. Cuando la educación formal llegaba a las zonas rurales, siempre llegaba a medias y apenas daba para completar cuarto o quinto de primaria, y luego los jóvenes no tenían más oportunidades, no le veían valor a su territorio ni a su comunidad; eran presa fácil para trabajar como raspachines o ser reclutados por grupos armados”.

Ángel Migdonio y sus colegas de la Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur (Recompas, una organización que agrupa a los 15 consejos comunitarios de los municipios de Tumaco y Francisco Pizarro) decidieron crear el primer modelo educativo que atendiera la cultura y cosmovisión del pueblo negro. “Esto nos hace darnos cuenta de que nuestros saberes son valiosos, nos ayudan a sobrevivir y preservar el medio ambiente. Aunque la ciencia afro sea vista como herejía desde Occidente, hoy nos preguntamos, por ejemplo, qué sería de nosotros sin nuestros curanderos, nuestras yerbateras, nuestras parteras, allá en esos rincones de la costa Pacífica a donde el Estado nunca lleva un médico”.

La iniciativa de Recompas empezó en 2008 y se fortaleció con financiación del gobierno de Canadá y con la implementación del Consejo Noruego para Refugiados y Save The Children. Hasta ahora, el modelo se ha implementado en el departamento de Nariño, en los municipios de Tumaco, El Charco y Barbacoas. También en tres municipios del Pacífico caucano (Guapi, Timbiqui y López de Micay) y en el Alto Baudó, en el departamento del Chocó. Al menos 2.179 personas se han visto beneficiadas. Esta iniciativa fue aprobada por el Ministerio de Educación en 2015 y el pasado 17 de noviembre se le entregó oficialmente al Estado. La ministra de Educación, Yaneth Giha, fue a Tumaco para recibir el modelo y se comprometió con implementarlo.

Ángel Migdonio enfatiza que la necesidad de este modelo surgió ante el despojo identitario que han generado tanto los anteriores planes educativos para las comunidades negras como el conflicto armado que hasta hoy golpea a la costa Pacífica.

La investigación que sustenta el proyecto muestra que la educación evangelizadora llevada por católicos Agustinianos, Jesuitas, Carmelitas descalzos y Carmelitas Misioneras y Teresianas desde 1899, impuso un modelo pedagógico-religioso ajeno a los usos y costumbres de los pueblos del Pacífico. Por ejemplo, a inicios del siglo XX llegó al departamento de Nariño el sacerdote Jesús María Mera, quien pensaba que la marimba (instrumento tradicional del Pacífico) tenía un carácter diabólico. Luego, el modelo del Estado liberal, basado en la memorización de datos sobre el conocimiento occidental, el lugar central del maestro y una cultura del autoritarismo, terminó generando sumisión hacia Occidente y un desprecio por los saberes propios.

Sumado a esto, la región del Pacífico es una de las más golpeadas por la guerra en Colombia. Durante las negociaciones entre el gobierno y las Farc, se pensaba que se abriría un camino para que entrara el Estado y se fortaleciera, entre otros, el derecho a la educación. Sin embargo, luego de la firma de la paz han surgido nuevos conflictos: con la salida de las Farc vino la presencia de otros actores armados, otros desplazamientos masivos (el 77% de estos desplazamientos en Colombia durante 2017 ocurrieron en la región del Pacífico), el incremento de asesinatos de líderes comunitarios, la falta de alternativas concretas para sustituir la economía ilegal de la coca, mientras que el poco o nulo derecho a servicios como la salud y la educación siguen siendo una constante.

Hoy, de acuerdo con organizaciones que trabajan en el terreno, son por lo menos 15 grupos armados los que hacen presencia en la zona y se disputan un territorio geoestratégico para el tráfico ilícito por su salida al océano Pacífico, por su cercanía al Ecuador, por sus accesos al interior de Colombia y porque entre sus intrincados caminos de agua hay poco o nulo control estatal.

Tumaco es el municipio que tiene mayor concentración de cultivos ilícitos en el país, con más de 23 mil hectáreas de coca. Edilberto Clevel, presidente del Consejo Comunitario Unión Río Rosario, dice que uno de los principales obstáculos para sensibilizar sobre el modelo etnoeducativo es esa economía ilegal. “Muchos jóvenes y adultos se dedican a eso y no le ven la importancia a estudiar, porque ven la plata fácil trabajando en los cultivos. La coca es un producto que nos trajeron desde afuera y se quedó aquí por culpa del abandono estatal. Ahora que se firmó un acuerdo de paz que incluye un plan de sustitución de cultivos, seguimos esperando que el Estado aparezca con propuestas concretas para hacer eso posible. Hay voluntad para erradicar, pero hasta ahora el gobierno no ha aparecido por aquí. Así es difícil incentivar la educación”.